La Cartografía Social no es solo dibujar mapas; es una herramienta para comprender y transformar la realidad. Antes de tomar lápiz o teclado, necesitamos detenernos y preguntarnos: ¿qué queremos cambiar y cómo podemos hacerlo de manera efectiva? Reflexionar sobre estas preguntas iniciales nos permitirá que cada mapa que creemos tenga un propósito claro y un impacto real.
Antes de dibujar cualquier mapa, es fundamental tener claridad sobre por qué estamos haciendo este proyecto. Definir el propósito nos permite orientar todos nuestros esfuerzos y asegurar que cada acción tenga sentido dentro del objetivo general.
No basta con identificar un desafío educativo: es necesario analizarlo en profundidad. Esto implica entender sus causas, las condiciones que lo generan, los actores involucrados y las consecuencias que produce. Solo con este conocimiento podremos diseñar intervenciones efectivas.
Una vez que el problema está bien definido, debemos establecer qué queremos lograr. Los objetivos funcionan como faros que guían nuestra acción y nos ayudan a medir los resultados de manera concreta.
Con el problema y los objetivos claros, llega el momento de seleccionar el tipo de mapa más adecuado. Cada mapa tiene un propósito distinto: algunos nos muestran relaciones, otros patrones, y algunos nos ayudan a planificar soluciones. Elegir correctamente nos permite visualizar la realidad con precisión y abrir caminos para transformarla.
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Es crucial entender que estos tres mapas no son productos aislados, sino que están profundamente interconectados. No son el fin, sino el medio siendo el objetivo utilizar el proceso de mapeo para que la comunidad analice su propia realidad. Por tanto, pasa del análisis a la acción: se detecta el problema, se sistematiza la información y se lleva a cabo un plan de acción. Todo ello, implica un compromiso colectivo .
(Mancila y Habegger, 2018)